Introducción:
Hoy quería rescatar un relato que publiqué el 31 de Diciembre de 2023. No sabía la repercusión y efectos que tendría en mi y mi imaginación. Sin saberlo, planté una semilla que, poco a poco, fue germinando sin avisar.
El mundo donde vivía Morana fue creciendo, aparecieron nuevos personajes, historias alrededor de ella, vamos, como suele pasarme, se me fue de las manos.
La dejé reposar y, durante el “NaNoWriMo 2024”, trabajé muy duro para tener mi primer borrador terminado.
Ahora, estoy entusiasmado. Trabajo con mi profe en la novela y espero poder tenerla en unos meses.
¿Sabéis la ilusión que tengo?
Por eso, ¿Qué mejor manera de rendir tributo a Morana que contar como comenzó todo?
La idea se ha transformado durante todos estos meses, pero el alma de Morana sigue ahí.
La leyenda de Morana comienza con este relato.
Relato: “Trabajar el último día del año”
En un estudio de un ático de Madrid, Morana se encontraba tumbada en su cama escuchando rock gótico en sus cascos, mientras, con un brazo tapaba su rostro.
Últimamente estaba muy cansada. Muchas horas de trabajo, guardias y turnos dobles durante semanas. Diciembre es un mes en el que la gente enferma mucho y ella tiene que hacer su trabajo.
El último día del año es, sin duda, el que que menos le gustaba. No le traía buenos recuerdos a nivel personal, pero además, odiaba lo que simbolizaba para ella: un final.
Es el día en el que la gente parece creer que se va a acabar el mundo. No tienen en cuenta que al día siguiente comienza un nuevo año. Beben y comen como posesos, se dejan llevar por sus impulsos, piensan que no habrá un mañana. Al día siguiente, por supuesto, vienen los arrepentimientos.
Lo mejor es que este año no tenía que trabajar, acabó su semana de guardia y, al fin, podía descansar tranquila, quizá incluso viera una película, pensó. Quería hacer que la noche pasara lo mas rápido posible y comenzar un nuevo año sin ningún percance.
Su gato negro Ajal se acercó y acurrucó a su lado para restregarse y ronronear en su regazo.
– Tu si que me entiendes, precioso –dijo mientras lo acariciaba con ternura. En ese momento empezó a sonar el smartphone que descansaba en su mesilla de noche. Miró la pantalla y arrugó su gesto en señal de disgusto– Joder, la jefa... dime que no, hoy no… –Miró a su gato y añadió: ¿Y si no se lo cojo?
El teléfono siguió sonando. Sabía que no podía incumplir con sus obligaciones. Eso podía tener graves consecuencias.
Descolgó el teléfono– ¿Diga? Hoy no estaba de guardia... si, claro, vale. Ahí estaré. –Colgó de mala gana y lanzo el móvil contra la cama. Ajal la miró con gesto indignado y se bajó al suelo de un salto.
–Tienes razón. Disculpa, Ajal. Ya sabes como odio trabajar este día. Además no estaba de guardia, era el turno de Dabria.
Se vistió con la ropa del trabajo y se puso un abrigo y bufanda negra encima. Hacía mucho frio y no quería coger un catarro que le fastidiase el resto de sus días libres. Cogió su maletín, que contenía todo lo que necesitaba, y salió del apartamento dando un portazo.
Llego rápido al piso. Allí ya se encontraba el SAMUR, la puerta del piso abierta y ruido dentro. Era ahí. Un señor mayor de ochenta y nueve años llamado Antonio tenía una neumonía grave, que junto con la edad y las operaciones que había sufrido en los últimos años, una de cadera y otra de corazón, hacía que su condición fuera muy grave.
Los integrantes del SAMUR estaban hablando con su hija y su mujer en esos momentos, todos parecían muy preocupados. Eso indicaba que le tocaba actuar a ella, y rápido...
Se dirigió sin mediar palabra con nadie a la habitación en la que se encontraba tumbado Antonio. El ambiente era asfixiante. Olía a cerrado y solo una luz de la mesilla de noche alumbraba la estancia. Se encontraba en la cama, entre mantas y pañuelos con sangre. Le costaba respirar mucho y gruñía de dolor
Morana se acercó al borde de la cama y se sentó a su lado. Le tomó la tensión, escuchó su pecho con el fonendoscopio y le miro a los ojos con preocupación, pero también serenidad. Entonces, el reparó en ella, asustándose.
– ¿Quién eres? –dijo entre balbuceos.
– La encargada de cuidarte y acompañarte. –respondió con mucho cariño– Antonio, estas muy grave y solo quiero ayudarte.
– ¿Acompañarme? ¿Donde?
– Ven, dame la mano y te lo mostraré. Yo te ayudo a levantarte. Te cuidaremos y haremos que te sientas mejor, ya verás.
Morana ayudó a levantar al viejo Antonio de la cama con mucha delicadeza y lo acompañó al pasillo. En ese momento su reloj comenzó a pitar. Lo miró y observó que marcaba las 00:00. Fuera, en la calle, se oían aplausos, risas y petardos.
Un nuevo año comenzaba, pero no para todos.
La hija del hombre se acercó a la habitación, mientras Morana y Antonio, juntos de la mano, se encontraban en el umbral de la puerta de entrada. Desde allí, pudo escuchar sus gritos y llantos desconsolados.
– Odio trabajar en fin de año. –dijo para si misma con amargura– pero alguien tiene que hacerlo…
Charlie Marrez
¡Toma ya! Me encanta que se mezcle lo "ordinario", no querer currar hoy, con lo extraordinario, ejem, la estética y la ternura y el carino con los que actúa. No te meto prisa, pero qué ganas de leer más 🖤
Una gótica que trabaja como portadora de la muerte y además tiene un gato suena a la típica cosa que me metería por el culo 👌