Relato: "Sin rieles"
¿Qué haces cuando el tren de tu vida no admite cambios de vía?
Hasta ese momento, sentía que su vida había sido como montarse en un tren que no sabes hacia donde se dirige: Te subes, te adaptas a los asientos que quedan libres e intentas estar cómodo. Ya sea leyendo, escuchando música o, “simplemente”, fantaseando.
En ocasiones se suben a ese tren personas agradables, amables y educadas. Sus gestos e incluso su perfume te evoca a tiempos pasados, a buenos recuerdos. Puede llegar a suceder la “magia” que estén leyendo un libro que a ti te encanta o que tienes muchas ganas de leer. Estas personas hacen que el tramo del trayecto sea mas agradable, pero, aunque no queramos, solo compartiremos con ellas un par de estaciones (o si tenemos suerte unas cuantas más).
A veces, en el tren se sube un conocido que hace parte de tu trayecto mas animado. Aquí, sin embargo, pueden suceder dos cosas: Es una persona a la que tienes cariño, en ese caso habláis de vuestra vida, compartís recuerdos, os ponéis al día y comentáis que os ha llevado a tomar ese tren. O por el contrario, esa persona y tu no tenéis la mejor relación del mundo. En ese caso, puede que rehuyáis la mirada o que tengáis una conversación incomoda de la que estas deseando escapar.
Sin embargo, también existe la posibilidad que al tren se suba una persona con una educación dudosa, que tiene su música en voz alta, que usa mas espacio del necesario, que sube los pies en el asiento de enfrente, en definitiva, una de esas personas que resta energía. Esto hace que ese trecho del camino sea poco agradable. Pasas los minutos deseando que llegue la maldita estación en la que se baje del tren para volver a tener algo mas de paz mental.
A veces compartes parte del camino con alguien especial, Eso puede durar mucho o poco, y no siempre dependerá de nosotros. Es posible que se baje en una estación que tu no sabias ni que existía, o que por el contrario, seas tu el que se tiene que bajar porque te has dado cuenta que has llegado a tu destino. En el peor de los casos, esas personas importantes, desaparecen sin dejar rastro ni decir adiós.
Pero lo que mas le molestaba era tener la sensación que su tren no admitía transbordos ni cambios de vías. Este se movía hacia un destino desconocido y solo podía mirar por la ventanilla el paisaje, siendo en ocasiones solo manchas borrosas. Desgraciadamente, todo parecía indicar que el tren iba cada vez mas deprisa.
Lo que no esperaba es que, ese día, la vida iba a darle un regalo. Uno envuelto en un papel horriblemente feo, pero un regalo al fin y al cabo: Estaba escuchando música y pensando lo fastidioso que era encontrarse rodeado de algunas personas de su vagón, cuando empezó todo a moverse de manera violenta. Un ruido ensordecedor hizo que sus oídos le dolieran hasta el punto de solo oír un pitido agudo que se deslizaba por todo su ser.
Vio como el tren se hacían añicos y personas cayendo unas encima de otras. Por último, el tren descarriló violentamente, haciéndole salir despedido del vagón por una de las ventanillas, que se rompió en un centenar de pedazos e hiriéndole gravemente.
Desde fuera, ensangrentado y en estado de shock, pudo ver como el tren se encontraba destrozado y boca abajo. Casi no podía moverse. Posiblemente tenía huesos rotos y una gran contusión en la cabeza. La sangre manaba de su cuerpo de manera escandalosa y preocupante.
En ese preciso momento, esbozó una sonrisa. Era libre de ese maldito tren.
Charlie Marrez
Que buena historia, narración impecable, te deja pensando...