Susurro… hablo… grito…
Pero solo mi eco responde.
— ¿Cuándo comenzó todo? ¿Cuándo comencé a ser mudo? ¿Siempre lo he sido?
(Silencio…)
Creo que llegué tarde al reparto de habilidades especiales Me tocó elegir entre cojera o ser pasivo, mudo y vergonzoso. Al principio pensaba que era buena idea, ahora preferiría tener un bastón bonito. Los X-MEN se reirían de mi.
Camino por un pasillo estrecho. Mis pisadas no deben de hacer ruido porque la multitud amontonada no se aparta cuando intento pasar.
— Disculpe —digo a una señora mayor— Perdón —añado al chocar con un hombre enorme— Si me disculpa… —digo mientras espero que una mujer me permita pasar.
Pero no se mueve.
(No te hacen ni puto caso Charlie…)
— Cállate.
(Esa no es manera de hablarme…)
— No te he pedido ayuda.
(Nunca lo haces, ni a mi ni a nadie. Pero lo necesitas…)
— No te necesito. ¡No os necesito! —pese a que grito esa última frase, nadie parece percatarse. Todas las personas a mi alrededor siguen en la misma posición que dos segundos atrás.
(ESO CREES… pero nunca has estado tan equivocado)
No soy capaz de llorar, aunque me apetece mucho, pero si puedo correr… dejo a un lado mi educación y salgo corriendo mientras choco con las personas que me rodean. Siento que me falta el aire… pero corro…
Al pasar me golpeo con brazos, hombros, mochilas, bolsos, paraguas en costillas, cadera y ojos… Me duele el cuerpo, cada vez mas pesado, pero sigo corriendo.
(¿De QUIEN huyes, Charlie?)
No respondo. He aprendido que es mejor no responderle. Pero eso no le gusta… y el zumbido comienza a sonar. Consigo atravesar la multitud y me encuentro en el típico salón de una casa de los noventa: Una mesa circular con un mantel y su tapete de ganchillo, sobre ella un frutero con manzanas amarillas. Una tele de tubo, mas ancha que larga, y un sofá de tres plazas con un estampado horroroso.
Encuentro personas diseminadas por la habitación, pero todas me dan la espalda. Giro a su alrededor y solo soy capaz de ver su nuca.
(NO TE ESCUCHAN… YO SI)
Comienzo a oír como algo se desliza por el suelo, golpeando muebles. Primero la mesilla con la lamparita caen al suelo, después la mesa con el frutero…
Sé lo que viene tras los tentáculos negros. Lo he visto demasiadas veces.
(Déjame ayudarte, Charlie…)
No espero a verle, no necesito ver ese ojo enorme de nuevo. Giro la cabeza y veo otro pasillo al otro lado. Sigo corriendo.
Mis brazos y piernas pesan cada vez más… mi cabeza zumba como si se hubieran colado un millar de abejas dentro.
Al final del pasillo veo una puerta blanca. Me acerco e intento abrirla.
— Cerrada… joder…
(POR AHÍ NO ES………………)
Me doy la vuelta y una oscuridad inunda el pasillo. Ahí esta. Una masa negra enorme del que salen tentáculos viscosos y en el centro un ojo enorme. Ese jodido ojo que me persigue.
(HOLA, CHARLIE. ¿QUE VAS A HACER, NIÑO?)
Le miro fijamente al ojo y me acerco a el arrastrando los pies…
Y esto, queridas personas lectoras… es lo que sucede cuando me siento delante del portátil a aporrear las teclas cuando me encuentro mal… cuando me preocupa algo. Mi mundo interior es expulsado “al papel” que tengo delante.
Vomito la escena…
Llevo año y medio en un limbo que no sabía que podía existir. ¿Conocéis la idea de ese lugar donde dejan las almas esperando antes de decidir donde mandarlas?
(Ojo, la idea… no nos volvamos locos… aún no)
Pues ahí me he sentido durante todo este tiempo. Pero no me he dedicado a esperar a que en la pantalla apareciera mi número. He aporreado cada pared y silla que he encontrado en esta maldita sala de espera. He roto el pequeño timbre que encontré en la mesa de la recepción y he gritado todo lo que mis pulmones y garganta me han permitido.
ME SENTÍA SOLO… PERO ME EQUIVOCABA
No quise ver “LA VERDAD”. Esa maldita puerta que aún me atormenta. La verdad es que siempre hay gente que nos puede y quiere ayudar. Que, en ocasiones, solo tenemos que soltar… y que las manos de nuestros seres queridos nos recojan.
El mes que viene vuelvo al trabajo después de año y medio… No estoy preparado y tengo MIEDO. Pero siempre he hecho las cosas, a pesar del gracias al Miedo.
(Charlie… sigo aquí)
— Yo también, abrázame bicho asqueroso.
Charlie Marrez
Todas las puertas se pueden abrir. No es necesario que recorras solo esos pasillos por estrechos que sean.
Lo vas a hacer mucho mejor de lo que crees, y te vas a comer a besos a ese monstruo.
Besets Charlie 😘🫂
Te he escuchado y leído a la vez, Charlie, y ha sido una experiencia increíble. Te lo he dicho varias veces ya, y te lo digo de nuevo: tienes un alma que traspasa la pantalla y los altavoces, macho. Un abrazo. NUNCA CAMBIES.